Las verdades expuestas por Allen en su última película "Blue Jasmine", arrojan luz sobre algunas problemáticas que deben afrontar las empresas familiares.
Woody Allen siempre pone el dedo en la llaga y la mayoría de las veces con razón. Aunque alguna vez se ha quejado de que la gente, el público, no le toma en serio, la verdad es que es difícil no darse cuenta de las grandes verdades que encierra su crítica a la sociedad en que vivimos. Varias de ellas, expuestas con inteligencia en su última película "Blue Jasmine", arrojan luz sobre algunas problemáticas que deben afrontar las empresas familiares.
La historia, como toda comedia, recurre a algunas exageraciones y artificios narrativos. Jasmine, una mujer rica y glamurosa de la alta sociedad neoyorkina, vive la terrible experiencia de quedarse de la noche a la mañana, sin marido, sin dinero y sin casa. Sólo su infinito vestuario y sus joyas mantienen viva su autoestima. Todo lo que ella amaba, lo pierde.
Las circunstancias le obligan a mudarse con urgencia a San Francisco, mientras piensa cómo rehacer su vida, porque es ahí donde encuentra posada, en casa de su "hermana" Ginger, una mujer trabajadora, que vive en un pequeño apartamento en un suburbio de la ciudad, sin ningún tipo de lujos. La película empieza así, con una hermana rica sobreviviendo gracias a antidepresivos y recordando continuamente su lujosa vida en Manhattan, y la hermana pobre, cajera un supermercado, que vive alegre con su novio.
Recomiendo la visión de esta película, no sólo porque lanza un mensaje magistral sobre el amor y los valores que deben fundamentar una vida auténtica y digna, sino también porque plantea algunos problemas de los que he sido testigo observando y estudiando la realidad de algunas empresas familiares. Principalmente me referiré a cinco:
1. No hay claridad sobre el concepto de familia y de hermanos: ¿Cuándo podemos decir que dos personas son hermanos y qué tipo de relaciones son propias de la realidad fraternal? Algunas veces las familias no tienen un concepto nítido, unívoco y delimitado de un familiar, lo cual se convierte en muchas ocasiones en causa de conflictos y malas decisiones gerenciales. Las protagonistas de la película pueden ser hermanas desde el punto de vista jurídico pero no lo son ni de sangre ni de vida.
2. La familia no siempre es lo más importante: Sólo lo es cuando está fundamentada en valores y principios éticos sólidos. No se puede permitir cualquier comportamiento familiar, de lo contrario queriendo salvar la familia lo que se consigue es en verdad destruirla. Las actuaciones tóxicas, dañinas, sin valores y que atentan gravemente a los objetivos de supervivencia y competitividad, tanto de la familia como de la empresa, no pueden ser admitidos. Hay varias escenas de "Blue Jasmine" que van en esta línea. Quizá la más dramática de todas es la escena final entre Jasmine y su hijo, que termina son una frase que pone los pelos de punta: "Sal de mi vida, no quiero volver a verte".
3. Cuando no hay claridad en los objetivos y los valores que van a regir la gerencia y la estrategia, los conflictos son inevitables y la justicia imposible: Es fundamental la unidad de criterio fundada en unos valores que a su vez se concretan en unos comportamientos que son propios de la cultura familiar. No pocas veces, el negocio y la familia pueden tener objetivos distintos, sin duda, y por eso se hace urgente clarificarlos previamente, indagando posibles conflictos y llegando a acuerdos de manera apreciativa.
Se debe fomentar el compromiso colectivo de la familia y la gerencia con los objetivos, sin caer en agravios comparativos. Es sabido, por ejemplo, que de manera natural la percepción emocional de un CEO varía dependiendo del grado de la relación familiar. Las interacciones entre el sistema familiar y el del negocio juegan un papel clave en la configuración las percepciones de los CEOs, por tanto el análisis que hará de las ventajas y desventajas competitivas de una empresa familiar no podrá ser objetivo. Hay que equilibrar de alguna manera esta tendencia natural.
4. Ya no se puede estar seguro de que el hijo mayor será quien asumirá la sucesión del negocio, por varios motivos: porque cada vez hay menos hijos, y de éstos cada vez son menos los que quieren continuar con la empresa, y porque se está dando otro fenómeno sociológico interesante: cada vez son más las mujeres que asumen la responsabilidad de continuar el legado familiar. La mujer siempre ha sido ejemplo de entrega y sacrificio y, sin duda, una empresa familiar exige ambas fortalezas, entre otras.
Este cambio de género al frente de las empresas familiares ha generado un nuevo tipo de tensiones, por la diferente manera que tienen de ver las cosas, y de comportarse, un hombre y una mujer. Cuando una mujer toma el timón de una empresa familiar, suele producirse, más pronto que tarde, un cambio de estilo de liderazgo.
5. Sin ética y valores sólidos nada bueno permanece por mucho tiempo: Tampoco una empresa y un negocio. Woody Allen va más allá y nos recuerda: "Tampoco una familia".
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